Este mes de los amores he decidido escribir sobre uno de mis grandes amores, uno que llegó modestamente a mi vida y poco se ha ganado cada rincón de mis afectos, literarios, académicos y de vida.
La primera vez que escuché el título "El señor de los anillos" pensé que se trataba de una película de sicarios y narcos (como cuando los posters de Matrix me hacían pensar que era una historia de mafia) tal vez por eso no le presté atención al principio. Durante la secundaria recién iniciaba la fiebre de Harry Potter yo también subí a la lectura de las novelas como muchos y años antes había atendido a las partidas de uno de mis primos mientras jugaba y nos mostraba las cinemáticas de Final Fantasy VII - VIII. Ya me había encaminado en el mundo de la fantasía.
Un día llegaría a la escuela y uno de mis compañeros me mostraría un tazo (sí ese fue mi primer contacto visual) de la edición del señor de los anillos. Era un orco, rodeado de un anillo dorado, y las letras tenían ese halo de leyenda fantástica. Más tarde mis compañeros hablarían de las películas, más tarde de los libros de historia de la tierra media, vendrían los promocionales en la televisión y los comentaristas en algunos canales que mencionaban la gran producción cinematográfica próxima a estrenarse. ¿Recuerdan los tiempos en que recibíamos información a cuentagotas? Vería La comunidad del anillo meses más tarde en dos cassetes VHS, porque aún antes de las versiones extendidas ya era una película larga.
En algún foro o versión de wikipedia había leído que el autor había escrito originalmente el señor de los anillos como un solo volumen, inocentemente me pareció apropiado comprar la edición completa del señor de los anillos porque el autor así lo habría querido. El lado malo fue que me costó mucho poder leerme la primera mitad de la Comunidad, primero porque era difícil maniobrar tal librote y en realidad porque inicia lento y hay muchas referencias a personajes que ya habían aparecido en el Hobbit (me enteré cuando leí el Hobbit); digo en realidad porque un año más tarde, cuando retomé la historia, me bebí el resto del enorme libro en un par de meses. El lado bueno es que cada vez que miro el ejemplar en el librero pienso, 'no me arrepiento de nada'.
Debo admitir que no elegí estudiar lingüística por Tolkien, pero al pasar por El Hobbit, por el Silmarillion, noté sin dudar que Tolkien había sentido la misma fascinación por las maravillas que muestran las lenguas cuando las analizas bajo el lente de la ciencia del lenguaje. Se traslucía en todo el Señor de los anillos, se traslucía en los nombres de sus personajes.
Durante la universidad volví a los textos de la tierra media, durante las travesías de la tesis también leí la biografía de Carpenter, entonces descubrí un rincón muy escondido entre los bosques y las reliquias dentro de la Tierra Media. La admiración por la vida de un académico cuya carrera no opacó sus creaciones y tributos a la mítica que tantos deleites le dio. Algo que quizá no mucha gente nota cuando lee el Hobbit y el Señor de los anillos las primeras veces es que no son sencillamente historias de fantasía, populares bestsellers de su tiempo, su estructura, sus elementos, sus personajes y arcos argumentales están inspirados en todos los tropos, canones, estudiados y documentados en los mitos europeos.
No solamente el ciclo del héroe, popularizado por Joseph Campbell, sino la estructura monomítica de Vladimir Propp, las diferencias culturales entre las comunidades de elfos, las diferencias ideológicas entre las diferentes razas de la tierra media son tal como las describiría Edward Sapir, los rasgos distintivos de los valar, sus relaciones complementantes y contrastivas son tan elementales y claras como las describiría el príncipe Trubetskoy de los sistemas fonológicos.
Esa belleza esencial de su creación ese espíritu vivo en su mundo que atrae a los lectores de todas edades y niveles no es otra cosa que la rigurosidad descriptiva con que construye un mundo. Los mundos de hablantes y culturas que Tolkien había documentado y analizado, esa observación analítica es la que luego vierte en la tierra media. Se siente real porque todos sus detalles son de hecho, reales.
La(s) Sociedad(es) Tolkiendili
Hace poco más de un año llegué a la Sociedad Tolkiendili de México a.c. antes de que iniciara la pandemia. Antes de entonces había oído sobre todas las asociaciones y fans de la obra de Tolkien que se reunían y documentaban seriamente la obra. Me parecían algo distante, algo que quizá sucedía en Inglaterra, en EU o en España, pero a través de la sociedad descubrí no solo que los Tolkiendili (con el morfema en plural -dili, 'amante de') se revelaron esta y muchas otras sociedades por toda latinoamaerica, por todo el país.
De pronto el mundo de Tolkien no solo emergía de sus libros y películas o todos los autores que lo mencionaban como inspiración de su propia obra, toda la cultura inspirada por Tolkien surgió como hobbits desde sus madrigueras, en forma de juegos de mesa, de rol, bandas de música (de todos los géneros). Se paraban ahí, delante de su jardín, rollizos y sonrientes diciendo: 'ey pero si hemos estado todo el tiempo aquí'.
Entre los Tolkiendili he encontrado amistades tan interesantes, tan singulares, que pocas veces me siento diferente o fuera de lugar, quizá la obra más grande de Tolkien es unir a tantos soñadores de un solo librazo. Bueno dos.
En la última Crónica D&D del año pasado, con dos Tolkiendili ejemplares, surgió la referncia a esta canción / versos compuestos por Tolkien, Al hombre de la luna se le hizo un poco tarde. Si son hábiles con la pronunciación en inglés de hecho notarán que la tonada surge por si misma con cada ritmo. Sí, hay algo de magia en Tolkien.
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