Hace ya 3 años que Vice llamó mi atención, por ser el último papel en el que Christian Bale, actor de método, subía de peso para interpretar su papel. Luego de verla, me percaté de que había varias películas del director que ya me habían llamado la atención y fascinado en algún otro momento. He decidido someter a mis ojos a sus materiales para hacer una recapitulación.
The Big Short 2015 y Vice 2018 son sus películas más cargadas de información, crítica social y metadiscurso, nos muestran los hechos vinculados a la vida y gestión del vicepresidente Dick Cheney y la crisis financiera de 2007 -2008 (en los bienes raíces dentro de los Estados Unidos).
Me encanta que nos muestra no sólo los eventos que tuvieron lugar, bajo su incisiva perspectiva, sino que se da espacio para utilizar recursos cinematográficos para contarnos esa historia, engancharnos con los personajes y los eventos que tienen lugar, aunque nos mantiene a distancia prudencial de ellos. Estamos hablando de un conflicto horriblemente técnico en la bolsa de valores por un lado y un conflicto político -legal por el otro y aún con eso le queda bastante margen para lograr aprovechar la ruptura de la cuarta pared, el estilo documental y las dramatizaciones con sentido del humor.
Big Short es un documental escondido bajo un supuesto drama de individuos frente a las instituciones. Nos muestra a diversos personajes envueltos en la devaluación de bienes raíces, ocasionalmente recurre a algunos segmentos para explicar información experta, y sabe muy bien cómo mantener nuestra atención. Lo logra con figuras populares y entornos tan tangenciales que te generan la sensación de que están explicando algo irreverentemente sencillo. McKay sabe muy bien cómo mantenernos atentos a las piezas de sabiduría económica.
Vice, por su parte, es un drama personal disfrazado de documental. Nos lleva por la vida de Cheney mostrándonos sus logros y hazañas, tan despreciables como son, tan significativas como fueron. A través de escenas irreales, a través de tonos contradictorios, tenemos a Cheney engañándonos después del segundo acto, o lo vemos debatir con su esposa mediante los diálogos de Macbeth, McKay no pierde un segundo para jugar con nuestros sentimientos, en favor, en contra y en todas las direcciones posibles.
Tan solo estas dos joyas son suficiente para evidenciar la maestría de McKay. Pero aún hay otras piezas de comedia que han destacado por su irreverencia y detalles inesperadamente profundos.
Aún hay algunas otras películas de las que quiero hablarles, pero si yo no soporto ni tolero las largas publicaciones sobre cine no pienso mortificarles con lo mismo. Nos vemos la siguiente semana y seguimos con estos delirios.
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