Un amigo de un conocido viaja a un congreso internacional hace algunos años. El congreso es en un país recóndito llamado Estonia, y a falta de vuelos directos debe hacer escala en París. La aventura del viaje es toda una historia con pastelazos, los días del evento también es otra historia con baile debates lingüísticos, teológicos y pastelazos. Porque no se imaginan lo interesante que puede ser un congreso internacional de lingüistas de todo el globo que tratan de mascar su mejor inglés para ponerse de acuerdo en el asunto primordial de que Chomsky está equivocado.
Pero de regreso este amigo hace una nueva escara en Francia y se queda con, digamos, la novia de un colega. Pasa la semana durmiendo en el sillón y en uno de esos días pasan a la librería. Lo hace por costumbre porque ni habla francés, pero ya dentro de la librería de espacios tan apretados que parece una madriguera cultísima, recuerda a un par de autores que quisiera (algún día) leer en francés.
Llega a México con L'orde du dicours de Michel Fouccault y el Cours de Linguistique Génerale de Saussure. Pero no habla francés. Que sí, se tomó un par de cursos de validación de idioma en la universidad. Que por lo menos distingue verbos y sustantivos de preposiciones, adverbios y adjetivos. Le parece que con un diccionario se las puede arreglar. Pero cada vez que ha necesitado citar a cualquiera de los autores toma el ejemplar en español. Ni siquiera toma su ejemplar en español, abre el pdf, busca, corta y pega. Y quiere encontrar en Foucault lo que los franceses dedicados a la obra de Foucault no han encontrado (suenan risas enlatadas).
Aprender un idioma es relativamente fácil, dice alguna vez, las reglas y excepciones son lo complicado, pero una vez le agarras la onda es repaso y repetición de vocabulario, de las fórmulas, hasta la cortesía y los modismos los irás aprendiendo por repetición. Así también aprendes a colocar apropiadamente un chale, un chinga, a mentar una madre con el tono apropiado para quien es en serio de quien no.
Por eso dicen los mamadores que no es de mamadores verse una serie en inglés con subtítulos, y con subtítulos en inglés para aprenderle un poco más a las expresiones. No se dan cuenta de que esta serie es americana (del oeste), y esa inglesa (Londres del centro), y otra americana (neoyorquina), pero igual ni cuenta, porque el elenco del mundo ficticio es inglés, latino, australiano y americano). Ah, pero está bien contento diciendo 'aye aye, my captain' cuando sale de antro. Bueno, cuando salían.
Alguien te dijo, cuando entraste a la carrera de letras o similar, que era otro pedo leer a Bukowsky en inglés. No mames, seguramente su misoginia está en otro nivel y hasta puedes oler el nivel de alcohol mientras escribía. O llegaron diciendo que Alan Moore es más anarquista/ espiritista en inglés y que las cosas indecibles son aún más indecibles en un libro de Lovecraft. O que Poe suena más cabrón en la lengua original que en la de Cortazar. Bueno, bueno, eso lo podemos discutir muy a gusto con ediciones en mano en otra ocasión.
Pero todo esto es una idealización, la romantización de que las lenguas o idiomas guardan formas secretas y específicas de ver el mundo, que no piensas igual en una lengua y otra, que si aprendes Heptapodés seguro ves el futuro y si aprendes mambé esparcirás odio y serás consumido. Ya hace mucho que sabemos los lingüistas que la influencia entre lenguaje y pensamiento no es unidireccional. Que no solo se trata del idioma que hablas sino de donde y para qué lo estás hablando. Las expresiones de cortesía en japonés no aplican igual entre mexicanos; en japón te diriges a alguien usando un Karina-kun y eres educado, aquí usas un Karina-kun y automáticamente eres virgen.
Evidentemente el lenguaje determina el pensamiento, en particular el que tienen los demás sobre uno. Quizá el título de licenciado ya no es tan relevante como en otros días, pero cuando alguien llega y dice que sabe francés, que sabe alemán, portugués, italiano, (etc.) se asienta un silencio honorífico entre los presentes con el que concuerdan que el que sabe, sabe. Les agradarás hasta el momento en que la primera cosa mamadora salga de tu boca.
En una reunión de lingüistas no aplica, a menos que sepas, nahuatl, maya, tzotzil, matlatzinca, kaixana, njerep, piraha. Lenguas de las que Chomsky no quiere oír, él quiere seguir hablando de la adquisición, evolución biológica de su gramática universal. Un americano que solo quiere oír lo que le satisface, ¿es ese el espíritu anarquista que se destila ahora?
Sí, que hablar una lengua te ofrece caminos diferentes de pensamiento, pero ninguna lengua ha cambiado tu forma de vivir y de actuar si no fue por medio del lugar y las personas con quien lo hablas. Por eso por más heptapodés que intentes y más lengua indígena que masques, eres un chairo hasta que vivas en la comunidad y en aquel planeta tan relativo.
Hablar una segunda lengua te confronta con maneras diferentes de ser y hacer, pero no es la lengua sino el contraste de la experiencia de vivir lo que te cambia, lo que te baja un momento de las concepciones que dabas por sentado. Las diferencias nos hacen más conscientes, la diversidad nos amplía.
Ahora sí, saca ese ejemplar empolvado en francés y haz como que lo lees.
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